jueves, 11 de diciembre de 2008

Relatos diminutos

Eres fantasma de un cielo en invierno


Sueña aún en esa almohada que blancuzca se acurruca en un rincón de la cama,sufre y espera lo peor que ha de llegar, seguro que llegará.
No son las lágrimas su preocupación y bajo ese paño que esta ensangrentado, su rostro tenue y miedoso se oculta bajo el orgullo de algo inesperado.
Su rodilla sufre ante un impulso que su boca produce…

Caído en un campo de flores verdes,
he de sembrar mi perdón,
y una mañana cruzando el dolor
alcanzaré a oír, a sentir tu voz.


No perdonan sus ojos la ternura de un pasado que escondido se escabulle,y sus manos no se deleitan con el obrar de cada día.
Sus ojos, aunque felices cuentan fantasías terribles de un futuro incierto,en campos de ciruelos, de manzanos y bananos.
Su espada cruje al tocar suelo y su alma se corrompe…


Ya ha caído la sombra de primavera
y tú con tu mirada me das pena.
No siento gracia ni agrado
solo una flecha viva que la arranco.


Tiernos, suaves y sinceros se vuelven sus ojos y sus manos los cierran,y bajo su capa de antaño que ha servido en bestiales batallasesconde su rostro que aún amado es temido u odiado.
Corre por sus venas sonrisa de anciano y flexibilidad de joven y bajo sus ojos y sobre su hombro una pena terrible…


Ahora pienso en ti amada mía,
y no espero esencia alguna de tu alma.
Que con tanta grandeza has podido llenar
una y cada una de mis notas.


Que son siete y como los días que recorro el patio pensando en ti, porque me replican que la sonrisa es la cura cuando la muertey la vida se destruyen en un sendero de terror.
Quien te busca ha de encontrar piel y hueso, sangre y peloy no encontrara ciruelos, alma de cantor ni voz de amor eterno.


Quieto miro el horizonte
y en esta montaña escucho el día
que ni la prisa lo detiene
ni las posadas lo estimulan.


Sangre derramada en un día que en mis ojos miran cieloy mi sable, espada o arma tocan mis manos mango, vaina y acero.Corre por mis venas tu esencia,y entre mi boca el tintero que alguna vez enloquecidopintó de rojo el sol matutino y rojo el que me duermo…

Y tu mirada se pierde conmigo,
y no duermes en ninguno
solo no estas ni te espero.
Sufre mi alma de celos…


Y sobre esa montaña, allá en el cielo desenvaino ese sable de acero,y poco a poco, paso a paso frente al corazón me quedo.No entendí si tu nombre he dicho o si lo he pensado,y he de compartir ese momento con el filo que esta a mi ladoy contigo que en el dejar este mundo al fin te he visto…

Y sus ojos que divisaron
entre lágrimas de un tierno invierno,
y tus brazos me abrazaron.
Y mis ojos, silenciosos…
Pronunciaron tu nombre en silencio.

Ernesto